Belcebú: El Señor de las Moscas y su Oscura Trascendencia

 

En el tenebroso panteón infernal del imaginario occidental, pocos nombres evocan tanta repulsión y misterio como el de Belcebú. Llamado también Baal-Zebub, Beelzebub o el Señor de las Moscas, este demonio ha atravesado los siglos entre exorcismos, grimorios, textos sagrados y tratados demonológicos, cimentando su trono como uno de los más reconocidos y temidos príncipes del Infierno. Pero ¿quién fue realmente Belcebú antes de transformarse en una figura maldita? ¿Qué papel ha jugado en la historia del pensamiento religioso y ocultista? Y sobre todo, ¿por qué se le teme tanto?

 

Deidad, demonio y difamación: el origen de Belcebú


El nombre Baal-Zebub aparece por primera vez en textos del Antiguo Testamento, en el Segundo Libro de los Reyes (2 Reyes 1:2–3), donde se menciona que el rey Ocozías de Israel envió emisarios para consultar al dios de Ecrón, una ciudad filistea, sobre su recuperación de una enfermedad. Este dios era Baal-Zebub, cuyo nombre ha sido interpretado como “Señor de las Moscas”. Muchos estudiosos coinciden en que el término fue una forma despectiva —posiblemente una corrupción hebrea— del nombre original Baal-Zebul, que podría haber significado “Señor Exaltado” o “Príncipe del Cielo”. Este cambio lingüístico habría sido una maniobra teológica para degradar a una deidad rival y convertirla en sinónimo de corrupción y pestilencia.
 

Durante la Edad Media, el cristianismo continuó su proceso de demonización de las deidades de religiones anteriores. Belcebú pasó a ocupar un lugar central entre los espíritus infernales. En el imaginario teológico y literario, su figura se transformó en la de un príncipe demoníaco de alto rango, en muchos casos superado solo por Lucifer.

En La Historia Natural de la Religión de David Hume, Belcebú aparece como símbolo del miedo a lo desconocido que fue moldeando los arquetipos del mal. Más concretamente, en textos como el Dictionnaire Infernal (1818) de Jacques Collin de Plancy, se describe a Belcebú como uno de los “tres grandes soberanos del Infierno”, junto a Lucifer y Astaroth. Este libro recopila y sistematiza demonios de múltiples fuentes medievales y lo describe como el “príncipe de los demonios”, muy activo en casos de posesión.


Durante los siglos XV y XVI, época de caza de brujas y tratados demonológicos, Belcebú fue presentado en muchos textos como el demonio detrás de los aquelarres, aquel que presidía los rituales paganos de brujas y brujos. En el Malleus Maleficarum (1487), manual inquisitorial escrito por Heinrich Kramer, aunque no se menciona explícitamente, su presencia se daba por sentada dentro de la jerarquía de los grandes tentadores.

Ya en otros documentos demonológicos, como los textos de Johann Weyer o en Pseudomonarchia Daemonum, si bien el nombre de Belcebú no figura con tanta fuerza como otros demonios, es en los rituales de exorcismo y en las interpretaciones teológicas donde su poder se hace evidente. Muchos sacerdotes afirmaban que Belcebú era uno de los nombres más comunes en los casos de posesión demoníaca, y por ello aparecía con frecuencia en las liturgias de exorcismo.


 


El símbolo de la corrupción y el vicio


En la demonología más estructurada, como la desarrollada en grimorios y manuales ocultistas, a cada demonio se le asociaban pecados capitales. A Belcebú se le relacionó con la gula, no solo por su asociación con las moscas y la pestilencia, sino también como metáfora de la decadencia moral y la indulgencia sin control. Era visto como un demonio que no solo poseía, sino que corrompía lentamente, desde el interior, contaminando mentes, cuerpos y almas.


Belcebú ha sido retratado en múltiples formas: como una mosca gigantesca, como un ser grotesco coronado con alas de murciélago, o como un príncipe infernal con semblante humanoide y ojos ardientes. La variedad de sus representaciones refleja su naturaleza cambiante y multifacética, a veces monstruoso, a veces seductor, siempre ominoso.

En la literatura moderna, aparece en obras como Paraíso Perdido de John Milton, donde aunque Lucifer es el protagonista, Belcebú lo acompaña como su segundo al mando. También se le menciona en adaptaciones teatrales, novelas de horror, videojuegos y películas, donde suele simbolizar la corrupción absoluta y el poder destructor del pecado.

 

¿Demonio real o símbolo del miedo ancestral?


Más allá de su existencia literal, Belcebú representa el arquetipo del corruptor supremo, aquel que no solo tienta, sino que degrada y domina. En muchos sentidos, simboliza el temor colectivo a la decadencia moral, a la pérdida del control, al cuerpo que se pudre desde adentro. Como figura, sigue siendo uno de los pilares del imaginario demoníaco occidental.

En el sendero de La Vereda Oculta, Belcebú es más que un nombre; es una advertencia eterna sobre las formas en que el mal puede enmascararse tras el exceso, la indulgencia y la falta de conciencia.

En próximas entregas exploraremos otros nombres del inframundo. Porque los demonios no solo se esconden en las sombras, también habitan en las grietas de la historia humana.

 

Imagen de Ivana Tomášková en Pixabay

 

 

Belcebú: El Señor de las Moscas y su Oscura Trascendencia Belcebú: El Señor de las Moscas y su Oscura Trascendencia Reviewed by Angel Paul C. on abril 22, 2025 Rating: 5

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